Ya había pasado un tiempo, y tras darse muchas veces de cabezazos contra la pared de su habitación, idear hechizos y comprar amuletos.... se dió por rendida, porque ya empezaba a llegar a un momento estúpido, sino patético.
Le rechinaban los dientes cuando decía aquella frase... aquellas palabras que parecían lapidarla... pero no podía evitarlo. Sus miradas, preocupadas, siempre buscaban en cualquier momento un gesto, una mirada, y siempre furtivamente, para que no se diera cuenta...
"Ôtani.. me... me..." - le costaba pensarlo, pero si no lo decía explotaba. Se clavó las uñas en las palmas mientras su mente le hablaba, por fin libre.
"¡¡Me gustas!! ¡¡Mucho!! ¡¡Demasiado!!"
Gimió al ser tan sincera con ella misma, y casi se quedó sin aire, pero se sentó en su pupitre, esperando que en breve el docente entrara a darles clase. Pero el corazón no se le aceleró por eso, sino sólo cuando Ôtani se sentó a su lado...
"¡¡Estoy loca!!"
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